31 oct 2011

El amor es el motor de la vida. De padres e hijos, entre los amigos, el de pareja.
Dejando de lado toda la literatura romántica, la ciencia encuentra que el amor es una emoción compleja, una construcción hipotética determinada por cientos de conexiones, posibilidades e interpretaciones. Un sentimiento que, muy a pesar del marketing, tiene sus bases orgánicas en el cerebro y no precisamente en el corazón. Estamos genéticamente programados para amar y los genes se activan gracias a la química cerebral, que despierta las primeras instancias de la seducción, el encuentro y la permanencia.
Este sentimiento es una construcción en el tiempo constituido por etapas, instancias o momentos. Es conveniente distinguir entre lo que es amar y lo que implica enamorarse.
El enamoramiento es una atracción inicialmente irresistible, cuya intencidad declina con tiempo. El amor, por el contrario, puede ir creciendo con el paso de los años e implica un tipo diferente de vínculo que incluye crisis, alejamientos y acercamientos, a pesar de los cuales los protagonistas vuelven a elegirse.
Existen tantas definiciones de amor como cantidad de uniones o deseos en común puedan registrarse. El amor debería ser un acto de libertad, cuya duración este en manos en manos del mutuo apoyo y respeto por lo que cada uno es. En la vida humana no existen las garantías, pero si los deseos de que aquello que nos hace feliz sea duradero.
El amor, desde siempre, cargó con al menos tres duras tareas: organizar, proteger y dar sentido a la existencia; sostener proyectos de largo alcance y dar curso a las pasiones. El amor de las parejas es la única relación en la que estos tres aspectos deben conjugarse al mismo tiempo.
El amor de una pareja estará siempre en manos del compromiso y el desafío valiente que puedan asumir juntos, y en relación con las necesidades y los deseos que cada uno vaya adquiriendo a lo largo del camino. Nos han jorobado con viejos mandatos y creencias. Crecimos pensando en el amor según los cuentos de la infancia. Blancanieves, Cenicienta, La Bella Durmiente, todas, esperaban un príncipe azul joven, bello, rico y poderoso. Se ha comprobado, entre otras cosas, que el príncipe azul se destiñe en el primer lavado. No es tarea sencilla para muchos, recuperarse también de otras realidades, como que nadie llegó a ser feliz comiendo perdices.
Hoy, el amor se reemplazó el "te amo" por el "te estoy amando". Se puede amar para toda la vida, pero que el foco no está o debería estar puesto en el futuro, sino en el día a día, en como se vive y convive con la relación. Hoy el amor dura mientras estar con vos no implique negociar con mis principios. Así te ame, el amor, se acaba porque no le venís bien a mi vida.
Nadie entra en una relación para que se acabe. Lo que sí parece ocurrir en esta posmodernidad que vivimos es que se tira la toalla demasiado rápido. Cada día son menos los que están dispuestos a aguantar a alguien que nos hace daño.
No se puede perdurar amando por decreto para toda la vida. Sólo es posible sostener el amor cuando son dos quienes lo alimentan.
Se puede decir que el amor es una elección con las mejores intenciones.
El amor va escribiendo su propia historia; una historia sin fin, sin tiempos. En realidad, no importa cuánto y cuándo te amen, sino como lo hagan.
El amor es valentía, coraje, paciencia, voluntad, ilusión, respeto, confianza... y tantas otras fortalezas necesarias para sortear los obstáculos propios del acto de amar, compartir y acompañarce.
Podría decirse que perduran en el tiempo quienes logran superar las dificultades. Es imposible pensar en el amor sin obstáculos ni conflictos, asi como es una error pensar que los conflictos se superan gracias al amor. El amor es el resultado de esas pruebas superadas. De no haber diferencias o crisis, seguramente, la relación se esta amalgamando con sumisión y sin defender los propios valores de cada una de las partes.
La autenticidad del amor no depende de los años que dure, sino de como lo sienten sus protagonistas.
Parece ser que el amor dura en tanto y en cuanto elijamos y sepamos transitar el camino hacia el bienestar.


(Por EDUARDO CHAKTOURA)